El ministro Mañalich y la pared que se derrumbó como castillo de naipes


Por Higinio Delgado Fuentealba|mayo 29, 2020

Cuando la Dra. Izkia Siches -presidenta del Colegio Médico de Chile- se refirió al Ministro de Salud Jaime Mañalich con la frase “no podemos seguir hablándole a una pared”, sus palabras no pasaron inadvertidas y, quizás, para más de alguno esa frase pudo parecer una suerte de exageración, producto del momento angustiante en que se comenzaba a vislumbrar días difíciles para el país.

Cualquiera haya sido la reacción que produjeron las críticas de la presidenta del Colegio Médico, la verdad es que todo parece indicar que no había exageración en aquellas palabras, sino más bien una profunda preocupación y, también, un claro atisbo de la situación que se aproximaba y que poco tiempo después le daría la razón.

Si bien la frase referida sonó fuerte y con un dejo de desesperanza, es cierto también que no fue Izkia Siches la primera persona que hizo notar su preocupación al ministro Mañalich por la forma en que se estaba enfrentando la pandemia en ese momento. Hay que recordar la Asociación de Municipios del país, que reiteradamente, le había manifestado similar preocupación por el tema  y había ofrecido colaboración en materia de recursos de infraestructura territorial y apoyo de redes sociales y comunitarias que funcionan en cada municipio, a fin de facilitar las labores sanitarias para la población.

Aparte de las asociaciones e instituciones anteriormente señaladas, también existieron representantes de organismos técnicos altamente especializados en esas materias, como son académicos del área de la salud, rectores de Universidades, representantes de colegios profesionales que, recurrentemente, hicieron sentir su voz abogando por la conformación de un equipo de especialistas que fueran escuchados por la autoridad ministerial.

Finalmente, después de varias semanas de insistentes declaraciones públicas, emitidas por un conjunto de entidades relacionadas con el tema, además de organizaciones sociales y comunitarias, el gobierno cedió ante la presión y accedió a la formación de lo que se llamó la Mesa Social del Covid-19.

El 22 de marzo de 2020 se constituyó la instancia de coordinación, diálogo y colaboración que abrió una ventana hacia el trabajo colaborativo de múltiples actores sociales, donde se recogían no sólo visiones distintas, sino también una nutrida experiencia en el trabajo práctico y altamente profesional, además de una visión de conjunto que emanaba desde distintos puntos geográficos del país, adicionando la experiencia del trabajo territorial que se ejecuta en las comunas con sus diversas realidades.

La composición de la Mesa Social hacía pensar que, en adelante, el trabajo para enfrentar la pandemia contaría con el necesario factor de la colaboración de quienes pasaron a integrar esa instancia de trabajo, representada, entre otros, por alcaldes, rectores de universidades, la ex ministra de Salud Carmen Castillo, el representante de la Organización Mundial de la Salud/Organización Panamericana de la Salud en Chile y los ministros Gonzalo Blumel de Interior, Jaime Mañalich de Salud y Andrés Couve del Ministerio de Ciencia y Tecnología.

La formación de la Mesa Social fue considerada un avance importante para lograr los mejores resultados posibles en la batalla contra la pandemia. Sin embargo, a poco andar, el colectivo no solo mostró fisuras en su composición, sino que muy luego quedaría demostrado que el intento de trabajo colaborativo naufragaría en el océano del personalismo y soberbia del ministro Mañalich, al punto de provocar serios desencuentros con participantes de la Mesa y, más tarde, dejar en claro que el Ministro carecía por completo de una vocación de trabajo colectivo.

 

Al comienzo, todo parecía bajo control y nada parecía inquietar al Ministro, en tanto las cifras iniciales eran bajas, como al parecer ocurrió en la mayoría de los países en los inicios de la pandemia. Ese cuadro favorable, tanto en el número de contagios como en la cifra de letalidad, hacía que cada día el Ministro iniciara su informe haciendo un largo recorrido que se centraba en cifras –preocupantes y a veces alarmantes- de países en los cuales la pandemia se había iniciado antes que en Chile y estaba produciendo estragos en la población.

Esa forma de presentar las cosas, aunque el Ministro no lo dijera expresamente, era una comparación entre países, donde a esas alturas Chile salía favorecido. Algo muy parecido a una suerte de propaganda encubierta. En la actualidad, algunos representantes del gobierno de Chile, que antes reiteradamente hacían comparaciones dolorosas para otros países, hoy día se molestan cuando alguien desde el exterior alude a Chile y su actual situación ante la pandemia.

El Ministro Mañalich, recientemente, ha dicho que ningún modelo predictivo podía detener la catástrofe. Probablemente en eso tenga razón. En lo que no se puede estar de acuerdo con él es que habiendo tenido a su disposición la colaboración y asesoría de muchos organismos especializados en el tema, haya optado por uno de los peores modelos, si así se le puede llamar a la forma en que decidió enfrentar la pandemia, haciendo caso omiso a quienes le aconsejaron tomar medidas drásticas al comienzo -cuarentena total, entre otras- y en su lugar haya optado por “un modelo” que evidentemente fracasó en la contención de la pandemia.

Aunque todavía puede resultar prematuro para evaluar resultados definitivos de las estrategias aplicadas por los distintos países, al menos, para aminorar los efectos de la pandemia, los indicadores actuales parecen estar dando la razón a quienes desde el comienzo aplicaron medidas drásticas, versus los que prefirieron “modelos blandos” y selectivos y que priorizaban la economía antes que salvar vidas humanas.

El Ministro Mañalich optó por una estrategia, o forma de trabajo, que se condice con su ideología, experiencia y carácter, por todos conocido.  En sus propias palabras ha dejado de manifiesto que los modelos o proyecciones que en un momento le sedujeron, más tarde “se derrumbaron como castillo de naipes”. Él prefiere trabajar en solitario, a lo más con un equipo que se ponga incondicionalmente bajo sus órdenes. Quizás, en el quirófano de una clínica privada esa sea la única forma de ejecutar el trabajo. En el Ministerio de Salud, en cambio, y en medio de una pandemia que amenaza la vida de muchas personas, el tema es otro y mucho más complejo.

Si bien, la responsabilidad política de las decisiones recae sobre él, en tanto ministro del área de la Salud, siempre será mejor escuchar otras opiniones que encerrarse en un dañino personalismo que enceguece y anula la capacidad de escuchar, al punto de dejar al interlocutor con la sensación de “estar hablándole a una pared”.

La realidad actual ha hecho que el ministro Mañalich, al menos, considere que “el país se encuentra navegando en una suerte de oscuridad”. Pero aun así insiste en que “la realidad ha superado cualquier modelo que uno pueda simular (…)”. Eso está a la vista, no necesita siquiera decirlo. Pero que la situación sea extremadamente difícil, para adoptar una determinación, no es lo mismo que elegir uno de los peores modelos dentro de las posibilidades que tenía al alcance. Sobre todo, si había quienes le sugerían modelos alternativos y prefirió prescindir por completo de esas opiniones.

 

Por Higinio Delgado Fuentealba

 

EL CAPITAL  TOMO I I

CAPITULO X

TEORÌAS SOBRE EL CAPITAL FIJO Y EL CAPITAL CIRCULANTE. LOS FISIOCRATAS Y ADAM SMITH.

Párrafo 60:

En cambio, los productos vinculados al suelo y que, por tanto, sólo pueden emplearse en una determinada localidad, por ejemplo los edificios fabriles, los puentes, los túneles, los muelles, etc., las mejoras de la tierra, etc., no pueden ser exportados físicamente, con su piel y sus huesos. No son objetos móviles. Una de dos: o son inútiles o, una vez vendidos sólo pueden funcionar como capital fijo en el país en que se producen. Para el productor capitalista que especula con la construcción de fábricas o la mejora de tierras, para luego venderlas, estas cosas son la forma de su capital-mercancías y por tanto, según A. Smith, la forma del capital circulante. Pero, desde un punto de vista social, estas cosas—si no han de ser inútiles—tendrán que acabar funcionando en el propio país, como capital fijo, en un proceso de producción fijado por la propia localidad en que se encuentran enclavadas; de donde no se sigue, ni mucho menos, que todas las cosas inmuebles sean de por sí, sin más requisitos, capital fijo, pues pueden también, como ocurre con las casas-vivienda, etc. Pertenecer al fondo de consumo y, por tanto, no formar parte para nada del capital, aun siendo un elemento de la riqueza social, de que el capital no es más que una parte. El productor de estas cosas, para decirlo en el término de A. Smith, obtiene una ganancia con su venta. Se trata, por tanto, de capital circulante. Pero el que emplea de un modo útil, su comprador definitivo, sólo puede utilizarlas empleándolas en el proceso de producción. Se trata, por tanto, de capital fijo.

Página –187–   El CAPITAL “TOMO I I” –Traducción de Wenceslao Roces – Primera edición en alemán tomo I — 1867- Primera edición en Español 1946- tercera reimpresión 2006 – Fondo De Cultura Económica México Comentarios y sugerencias : Editorial@fondodeculturaeconomica.com  en Chile a /httpmarxismo-cl/ o bien Amador Ibañez ‏ @marxismo_cl o Twitter    Amador Ibañez ‏ @marxismo_cl

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